Cuando la fiesta comienza es hora de ponerse los zapatos de baile. Que nadie olvide que aunque la máxima sea 'lo que ocurre en la fiesta se queda en la fiesta' siempre las fotos siempre serán los testigos más crueles. Cuida, pues, lo que haces si no quieres acabar apareciendo en el Facebook de un desconocido mientras comentan cómo vomitas en una maceta, cómo llevas pegado un trozo de papel higiénico en el zapato o cómo te enrrollas con la que tú creiste la más guapa de toda la sala. Tal vez todo comience como el Baile de la Rosa de Mónaco pero puede terminar como una reunión en una caseta de El Rocío.
Champagne para todos; copas que denominaremos vintage por no decir demodé, tal vez utilizadas para brindar cuando Isabel II -Dios salve a la Reina- ascendió al trono; y un inexplicable olor a embutido.
Parece que el bailarín solitario se está empezando a cansar de bailar al ritmo de la música y de aquellos que nunca le puntuarán con la máxima nota. ¿Veremos acaso una nueva deserción?
Una Virgen María -inocente y cándida- reconvertida en Magdalena y abandonada por un Jesús que se toma muy en serio su doctrina de compartir el amor con toda la humanidad.
Dos hombres con un mismo destino: María.
Algo parecido a una mecla de actor de Sensación de vivir y chico bien con pretensiones ibicencas con una rubia. ¡No! Con dos. ¿Problemas en el paraíso?
El anfitrión pasa de alma de la fiesta a alma en pena. Él, que se dejó todo su ser en organizar la fiesta, ahora deambula por la sala. Tal vez sea como el héroe trágico de Sófocles que sin tener culpa real nunca triunfa.
Quien no baila y quien baila demasiado. ¡Cuidado, un francés anda suelto en la pista de baile! Si quieres volver a casa intacto, sería mejor que te apartases. Sólo espera a que este Jesús danzarín se siente, tome aire y se marche corriendo al baño para devolver al mundo desde la boca todo el alcohol que ingirió. Por el momento, Romeo, o Gomeo por lo de su origen galo, parece haber bebido más veneno que Julieta, nuestra Magdalena, redentora y todavía preocupada por él. Hay quien dice haber visto a Jesús ayudado por su contrincante en la lucha por el amor de María esperando un taxi mientras hace titánicos esfuerzos por no caerse.
Conclusión: Corazones rotos, orgullo de fiestero roto, pista de baile rota. ¿Habrá caras rotas?
Esto es la crónica de una noche pero puede ser la de tu noche. Sé cuidadoso y elige bien con quien sales de fiesta.
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