miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cuando llega la tarde y la luz calienta el mundo

Ayer descubrí que es difícil cumplir con la casi común idea de que no se debe pagar con la misma moneda. Si alguien te despreció alguna vez, puedes cuando peor esté mirar para otro lado. Claro que puedes. ¿Deber? Tampoco. Las manifestaciones ideológicas tampoco son obligatorias por tanto no es necesario decir que no debas hacerlo.

Resumo. Aunque los primeros diez minutos pienses que todavía tienes la oportunidad de darte la vuelta y abandonar a esa persona que una vez te ignoró y en la tragedia de su vejez ahora reclama atención al pasar las horas te sientes liberado. Algo negro -o marrón, no lo sé- y enmarañado que se retorcía alrededor el plexo solar parece haber desaparecido. Se ha transmutado. El rencor, en lo que algunos dirían que es el chackra llamado Manipura, se ha convertido en liberación.

También ayer me contaron una de esas cosas que nunca te llegas a creer del todo hasta que las vives. La casualidad. Aquel vuelo que tuvo un accidente y del que te salvaste porque en el último momento decidiste no comprar el billete. Aquella persona de la que te pudiste despedir porque a pesar de estar lloviendo finalmente quisiste ir a verla. Aquella llamada de teléfono con número oculto de la que dudaste pero que después de todo cogiste y fue premio seguro.

No es fácil tener un pensamiento único. Unos piensan en predestinación. Otros en libre albedrío. Personalmente no tengo un criterio firme. ¿Cómo saber de qué manera actuar?

El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió.
-Agnes Gonxha Bojaxhiu (Madre Teresa de Calcuta)-

No creáis nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen; creedlo después de someterlo al dictamen de la razón y a la voz de la conciencia.
-Siddharta Gautama  (Buda)-

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